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jueves, 2 de febrero de 2017

Jack Lemmon y tú.



En 'La extraña pareja' Jack Lemmon interpreta al ser patético pero un punto tierno que tan bien le sienta a Jack Lemmon y que en realidad somos nosotros mismos tras pasar por el Callejón del Gato y sacudirnos la ternura. Nos encanta Jack Lemmon bebiendo los vientos por la ascensorista de su oficina en 'El apartamento' y nos encanta Jack Lemmon dispuesto a tirarse por la ventana de un hotel dejando una nota de suicidio para la esposa que le acaba de pedir el divorcio, pero sobre todo nos encanta el papelón de Jack Lemmon con la ascensorista en su cama, llorando por otro tío, y el arrebato suicida abortado por un tirón en el cuello porque ese cómico patetismo nos dice que tampoco estamos tan mal, que todavía somos capaces de ver humor en la desgracia aunque sea ajena y guionizada. La gran diferencia entre los personajes de Jack Lemmon y nosotros es que a él le está filmando una cámara mientras que el resto de los seres patéticos de este planeta soltamos el lastre y desnudamos nuestra miseria cuando nadie nos ve.

Todo ese rollo de la erótica del poder tiene bastante de mentira, porque es difícil mirar a los ojos a un ganador y es casi imposible desearle lo mejor a un ganador. Por eso nos gusta más Obama ahora que ya no es presidente, nos dio cosita Pedro Sánchez cuando se hizo el harakiri y seguramente nos caerá mejor Errejón cuando pierda en Vistalegre 2. También por eso nos pone que a Nadal se le escape el Open de Australia, y nos gustan más los artistas después de muertos y los mejores textos de Bukowski no son los de vividor follador sino esos en los que se muestra como el borracho atormentado y depresivo que era. Por eso es mejor Norma Jean que Marilyn Monroe. El fracaso es empático. La victoria es dinamitable.

Ese totalitarismo talibán de coachs, influencers y anglicismos varios se empeña en pasar por alto el poder liberador que tiene la dramatización de las pequeñas cosas. Avanza peligroso a golpe de lettering buenrrollero y tazas de Mr Wonderful y ese meme de un gatito que ve un león en el espejo. Amenaza con convertirnos hasta renegar de referentes como Jack Lemmon. No se trata de hacer de esas criaturas desgraciadas un icono al que imitar pero es sano dejarse imitar por ellas. Todos nos merecemos un personaje que sea más pringado que nosotros. Un patán con el que reírse en la ficción y en la traducción de nuestras desgracias cotidianas. La vida sería una mierda si no hubiese siempre un pobre idiota que está peor que tú. Como un Bud Buxter que no folla ni pagando pero presta su piso para que los demás lo usen de picadero. Como un Felix Ungar que le pide al recepcionista del hotel la habitación más alta que tenga para no fallar, también, en la caída.


2 comentarios:

  1. Yo no me creo ese rollo del superego tan de moda ahora con el mundo coaching.
    ¿Donde queda la sutileza?
    ¿Donde quedan las ganas de conocerse intimamente y saber de tus puntos, ya no flacos, si no ridículos?
    ¿Donde quedan las incorruptibles armas de las buenas maneras y la educación como escudo protector de las inseguridades del alma?

    En fin, me identifico mucho con los personajes de Jack Lemmon, eran mucho más humanos que esos semidioses de marvel a los que pretenden que idealicemos.

    Por cierto soy Pérfida
    Un saludo coleguita

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